El faro no está roto: reencontrar tu valor laboral después de los 50
- Nacho Martín

- 13 may
- 4 Min. de lectura
Ana tiene 51 años. Es una profesional con más de dos décadas de experiencia en el ámbito comercial en una empresa multinacional. Tras un ERE inesperado y varios intentos fallidos de reincorporarse al mundo laboral, ha empezado a creerse una frase que repite con resignación:
“Con 50 años ya nadie me va a contratar”
Cuando llegó a su primera sesión de coaching, Ana no solo traía un currículum lleno de logros, sino también una mochila pesada de frustración, rechazo y dudas. Lo más duro no era que el mercado no respondiera, sino que ella había empezado a apagar su propia luz.

1. La metáfora del faro viejo
Durante esa sesión, cuando Ana compartía su sensación de que ya no era vista como alguien valiosa, utilicé una metáfora para conectar con su mundo interior. Le pedí cerrar los ojos e imaginar:
“Visualiza una costa rocosa, azotada por el viento del norte. En lo alto de un acantilado, se alza un faro antiguo. Lleva más de medio siglo guiando barcos en noches de tormenta. Su luz ha sido referencia para navegantes perdidos, para capitanes novatos y marineros experimentados. Pero un día, con la llegada de nuevas tecnologías, se decide apagarlo. Alguien dice que ya no es necesario, que está obsoleto.”
Ana permanecía con los ojos cerrados, muy atenta. Continué:
“Pasan los años. El faro está allí, en pie, pero oscuro. Su linterna, cubierta de polvo. Su estructura, firme pero callada. Hasta que una noche, una tormenta inesperada azota la costa. La niebla cubre el mar. Las señales y avisos electrónicos fallan. Los barcos están perdidos. Y entonces alguien recuerda el viejo faro. Corren a encenderlo. Lo limpian, giran la manivela... y la luz vuelve a brillar. No ha perdido fuerza. No estaba roto. Solo esperaba ser encendido.”
Ana abrió los ojos. Murmuró: “¿Ese faro soy yo, verdad?”
“Exactamente. Tu valor no ha desaparecido. Solo alguien —quizás tú misma— decidió apagar tu luz durante un tiempo. Pero sigue ahí.”
El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier explicación. Su expresión había cambiado. La metáfora había sembrado una nueva posibilidad en su mente. Ya no era una profesional descartada. Era un faro esperando volver a iluminar.
2. ¿Qué es una creencia limitante?
Una creencia limitante es una idea profundamente arraigada que asumimos como cierta, aunque no lo sea. Se convierte en una barrera invisible que condiciona nuestras decisiones, nuestras emociones y nuestras acciones. Son pensamientos que se repiten tanto, que acaban por definir nuestra identidad.
Suelen comenzar con frases como:
“Nunca he sido bueno para…”
“A mi edad ya no puedo…”
“Eso no es para mí…”
En el caso de Ana, la creencia limitante era clara: “A los 50, ya no encajo en el mercado laboral.”
Estas creencias no nacen de la nada. Son aprendidas, reforzadas y, muchas veces, heredadas del entorno, la familia, la cultura o las propias experiencias. A veces vienen de lo que nos han dicho desde pequeños. Otras veces, de una situación de rechazo mal digerida, de una comparación injusta o del bombardeo constante de mensajes sociales que glorifican la juventud y la novedad.
¿Cómo nos afectan? Cuando una creencia limitante se instala, empieza a filtrar la realidad. Es como ponerse unas gafas oscuras que distorsionan todo lo que vemos.
Si crees que “ya nadie te contratará”, dejarás de enviar currículums.
Si piensas que “tu edad es un problema”, te presentarás a las entrevistas con miedo o inseguridad.
Si estás convencido de que “todo ha cambiado y tú te has quedado atrás”, evitarás aprender o actualizarte.
Y lo peor: buscarás inconscientemente pruebas que confirmen tu creencia, descartando cualquier señal contraria. Si recibes una negativa, pensarás: “lo sabía”. Pero si alguien te elogia o te anima, pensarás: “solo fue suerte”.
¿Cómo identificar las creencias limitantes? Pregúntate:
¿Qué pienso automáticamente cuando me enfrento a un reto profesional?
¿Qué historias me cuento sobre mí mismo/a cuando algo no sale bien?
¿Hay alguna voz interna que me repite que no puedo, que no valgo o que ya es tarde?
Si esa voz existe, es muy probable que haya una creencia limitante detrás. Y no, no significa que haya algo mal contigo. Solo significa que hay una parte de ti que aprendió a protegerse creyendo eso, pero que ahora está lista para cambiar.
4. El proceso para superar una creencia limitante
Superar una creencia limitante no es cuestión de voluntad ni de pensamiento positivo ingenuo. Es un proceso de reeducación mental y emocional, que requiere consciencia, práctica y, sobre todo, compasión con uno mismo. Aquí te comparto los cinco pasos básicos que trabajamos con Ana:
1. Identificar la creencia. Lo primero es ponerle nombre: ¿qué pensamiento te está frenando? ¿Qué historia te cuentas cuando algo no sale bien?
2. Cuestionarla. ¿Es realmente cierta esa creencia? ¿Es una verdad absoluta o una interpretación? ¿Conoces a alguien de tu edad que sí haya conseguido lo que tú crees imposible?
3. Explorar su origen. ¿De dónde viene esta idea? ¿Fue algo que aprendiste, que te dijeron, que viste en otros? Comprender su origen ayuda a desactivarla.
4. Reemplazarla por una creencia potenciadora. Una vez que la creencia limitante se debilita, es momento de sembrar una nueva. Por ejemplo:“Con mi experiencia y actitud, puedo aportar mucho a una empresa que valore el talento maduro.”
5. Actuar en coherencia con la nueva creencia. Nada cambia si no actuamos. La transformación real ocurre cuando empiezas a moverte desde esta nueva perspectiva: actualizas tu perfil, te formas, te postulas a oportunidades con confianza.
4. La nueva mirada
Ana no consiguió trabajo al día siguiente, pero algo muy importante sí ocurrió: cambió su energía, su relato, su presencia. En cuestión de semanas, se abrió a formarse en nuevas áreas, actualizó su perfil profesional, se animó a postularse a vacantes que antes descartaba por miedo. En tres meses, recibió una oferta para colaborar con una empresa de formación, como mentora comercial. Irónicamente, su edad fue un factor diferencial: buscaban a alguien con “mirada estratégica y experiencia real de calle”.
“El faro no estaba roto. Solo había que volver a encenderlo.”
Porque a veces no se trata de cambiar de vida, sino de recuperar la luz que una vez creímos haber perdido.
Si necesitas un proceso de coaching para superar tus creencias limitantes, no dudes en contactarme. Estoy aquí para ayudarte a alcanzar tu máximo potencial.






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